Hace más de un año que no iba a la casa de mi papá. La segunda noche llegó un amigo de él. Un ex Teniente compañero suyo en
Andresito, le dicen mis hermanos chicos. Llegó a la casa con una botella de Capel como regalo. Vestía mal y a cada rato tocía como si se le estuvieran deshaciendo los pulmones. Sobre el lugar donde se dibujaban unos labios inexistentes un gran bigote a lo Fredy Mercury, en la cabeza un esforzado “parrón” y dos ojos pequeños y empañados.
Tosió mientras hablamos, tosió mientras rellenaba los vasos y terminó atorado con su propia tos durante largos minutos. No fuma, pero carretea y trabaja todos los días y a los cincuenta años nunca se ha casado.
Era el orgullo de una familia acomodada de Curicó y él era un ejemplo a pesar de los pitutos. Sin embargo, su vida se fue a la cresta con la salida de
Andresito toma y toma piscola y quiere llamar por tercera vez a la polola que está con el desde hace quince años. Pero no viven juntos, ella está en Santiago, él vive con los papás.
Habla incoherencias, irracionalidades y brutalidades. Se siente parte de
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