'Portrait of an Artist'. David Hockney, 1971.
Sigo obsesionada con las piscinas, Hockney no me ha dejado tranquila en estos días de frío. Será el sonido de la lluvia que me recuerda el placer acuático, la tranquilidad y dulzura estival, el calor que sofoca aliviado por el agua fresca. Obviando el olor a cloro debo admitir que amo las piscinas; desde chica que siempre las preferí a lagos, mares y ríos. Será que por esta zona hay pocas y las fuentes naturales suelen congelarte hasta el cerebro.
Las piscinas me parecieron siempre más seguras e higiénicas. Recuerdo un lugar en particular, en Curicó, donde había varias de distintas dimensiones y profundidades. Solía empezar en la olímpica para luego ir a tirarme piqueros a la de cinco metros de profundidad. Yo, pequeñita y con un traje de baño con rayitas de colores, subía al trampolín y me lanzaba de pie, intentando tocar el fondo, pero nunca lo lograba.
Me alejaba de todos, me gustaba disfrutar sola del agua. No estar en la misma piscina que mis hermanas o mi papá, a menos que estuviera con H, mi prima favorita, que es varios años mayor que yo, pero con quien siempre me llevé de maravilla. Hoy la veo poco o más bien nada. Pero aún pienso en ella y la extraño.
La memoria se me refresca esta noche lluviosa. Converso por MSN con mi mejor amiga de tercero básico, agregué hoy a una vecina de Coyhaique de cuando tenía seis, hace tiempo encontré por Facebook a quien me dio mi primer beso hace más de diez años. La tecnología me ha acogido en su progreso y soy tan parte de los avances que quiero sumergirme en ella más y más.
Y de vuelta con las piscinas; odiaba las de plástico y las de lona. Si no se podía nadar eran inservibles, además, instaladas en el patio terminaban llenas de pasto y si no se cambiaba el agua le salían renacuajos. La playa en tanto, nunca me ha gustado, porque, al menos en el sur, la arena suele ser de piedras y me molesta; no siempre hay donde cambiarse y todos sabemos donde suelen alojarse esas partículas en mayor cantidad.
Distintas son las playas del norte, como Hornitos, o cualquier otro lugar más cálido y de arenas blancas que no se entierren en la piel. Por lo demás, las fogatas con guitarra, el paseo romántico viendo las estrellas o los chapuzones impulsivos en pelotas, no los rechazo. Como siempre termino relativizando y dejando a criterio o circunstancia las decisiones finales; depende, todo depende.