The time is gone, the song is over...

lunes, 9 de julio de 2007

Años después


Cuando me preguntó si lo amaba sólo atiné a tomar su cabeza con mis dos manos, delicadamente enredé mis dedos en los suaves cabellos de su nuca y lo besé en los labios. Su tibieza calmó mi ansiedad, las ganas de decirle que no, que lo quería mucho, pero que no lo amaba.

Entonces pensaba en cómo sería conocer a alguien diferente, alguien que no me preguntara nada, alguien que pudiera leer mi mente mirándome a los ojos. Me cuesta expresar lo que siento, especialmente si se trata del amor. Me he enamorado tantas veces, pero pocas he logrado amar.

Mirando sus ojos celestes, enmarcados con una hilera de pestañas casi transparentes, no pude encontrar más que mi reflejo. No lo vi a él, nunca descifré sus códigos mentales; no fui capaz de adivinar si su corazón latía por mí o por las ansias de no estar solo.

Reconoce que sólo querías cambiar, ser otro diferente a ti. No te fue posible aceptar lo que Dios te dio. Porque es Dios quien nos ha creado imperfectos y corruptos. Sin embargo, creo que todas las ideas las vamos descubriendo y no hay prejuicio que aguante cuando las verdades son tan obvias.

Tú mismo lo reconociste, tú sabías que era evidente. Pero te entiendo, yo también he querido hacerme la tonta, lo intenté contigo. Te juro que traté de amarte, pero no era real. Tú te sentías igual de cómodo que yo en la relación porque era fácil convivir con un ser de tu especie, comprensivo, comprensible.

No cupo nunca en mi mente la idea de ser la madre de tus hijos. Nunca pude imaginar una vida dedicada a lo doméstico; no por soberbia, sino porque nunca he sido conformista. Mi vida nunca fue fácil y no podía aceptar regalo semejante. Ser tu mujer significaba dejar de lado mi juventud, mis ganas de saber, no estaba lista.

Tenía dieciocho años cuando te conocí, tú veinticuatro. Fue un encuentro fortuito y gracioso en la barra de un bar en el sur. Tú querías una cerveza y la bartender no te entendía; yo estaba ahí y me convertí en canal para que obtuvieras tu trago. Conversamos toda la noche y la química fue inmediata. No podía creer tanta suerte en mi vida, venir a encontrar al hombre ideal entre tanta juerga.

Nos vimos un par de veces más, aunque sólo de noche. Poco a poco y por mi natural curiosidad, me fui enterando de tus secretillos. Yo no me quedé atrás y conté lo que pude, lo poco que tenía que contar.

Entre tus brazos me sentía segura, protegida, amada. Sé que tus lágrimas fueron sinceras, porque eran como lágrimas de niño, tibias y pequeñas, saladas en mis labios. Perdona si te hice sufrir mucho, pero yo no soy como tú. Yo quiero una vida real, no me perdonaría ser un parásito chupa sangre dedicado a engendrar.

¿Te das cuenta de lo que anhelo? Posiblemente no lo entenderías. Tú estás convencido de que seguir tus sentimientos es pecado. En cambio yo, prefiero arder en la pira más profunda del infierno que vivir una vida de mentira, aparentar para hacer feliz a los demás.

Si el fin último del hombre es la felicidad, no puedes negar que se debe actuar con la verdad. Está claro que no siempre es posible sincerarse ante todos, pero al menos he de ser sincera conmigo misma. La herida habría sido más profunda si lo hubiésemos prolongado. Gracias a Dios, no me importó tanto romper tu corazón. Perdóname.

Ahora tú has cumplido los sueños que tenías conmigo. Te casaste y ya tienes un hijo. Te deseo toda la suerte del mundo y ojalá nunca te juegue en contra esta situación. Cuenta conmigo si alguna vez me necesitas, porque nuestra historia fue más bella que muchas, empezamos bien y terminamos con el corazón latiendo acelerado entre las manos.

Soy consciente de haber clavado en tu espalda un cuchillo poco filoso, sé que mi delicadeza femenina no afloró en la despedida. Espero que hayas comprendido mi argumento y que estés seguro de mi eterna gratitud. Nunca un hombre me trató como tú lo hiciste, eres de los más nobles personajes que he descrito.

Si tuviera que caracterizarte, te habría hecho un príncipe incomprendido, incluso por ti mismo. Y yo, yo no sabría ponerme un disfraz literario. Yo sólo sería yo, haciendo sufrir a los que me aman.

No hay comentarios: