The time is gone, the song is over...

sábado, 19 de abril de 2008


Nunca en la vida había sido tan rubia. Desde que salí del colegio y cambié mi look de pelo hasta la cintura, castaño, sano, bonito, por los colores y los cortes radicales, no he parado de innovar; lo tuve corto, con mechas multicolores, despeinado y recortado, finalmente lo pinte de negro azabache y me aburrí. A pesar de lo bien que resistió todos los químicos, necesitaba ver ‘mi’ pelo; además, siempre había soñado con tocar mi cuero cabelludo.
Me lo corté al cero, quedé pelada como un melón y yo feliz. Soy conciente de que me veo mucho mejor con pelo, eso no está en discusión. Sin embargo, a la única persona que me importaba en esos tiempos le gustó, así que a los demás no los pesqué realmente.
Como era verano estaba buscando pega; jamás en mi vida había sido tan discriminada (una vergüenza que la gente se preocupe por ese tipo de banalidades, que te importen mejor mis modales, mis valores y que me bañe; mi pelo y mis piercings son de las cosas que más me agradan de mi cuerpo, son mis adornos); al final encontré trabajo como guía de turismo, claro que renuncié a las dos semanas porque nos explotaban y nos pagaban una miseria (Andina del Sud; diez horas diarias, a más de una hora de Puerto Varas y los turistas casi no daban propina; igual lo pasé bien, es entretenido ser guía y el Lago Todos los Santos es hermoso).
Retomando. Mi cabellera castaña oscura, muy oscura y brillante, creció y creció durante estos últimos dos años y por supuesto, he ido unas pocas veces a la peluquería para que le den forma, pero en general ha crecido libremente. Lo tengo ya bajo los hombros, raya al lado por ahora y siempre abundante y ondulado. Lo malo es que en cosa de un año me salieron muchas canas y ya no quería estar sacándomelas a cada rato, me molestan mucho, soy muy chica para tener; así que un día me decidí y junto a B pasamos por la farmacia a comprar algo que las hiciera desaparecer.
Comparando unos mechones míos con los colores del costado de la caja encontramos una en que éramos iguales; ese viernes en la noche me puse el producto y tamaña sería mi sorpresa, cuando al sacarme la toalla y verme en el espejo me diera cuenta de que me había bajado el color en varios tonos y tenía el pelo tan claro como mi hermana J.
No me veía mal, de hecho me lo dejé por casi dos semanas, hasta que me aburrí de que todos preguntaran sobre mi evidente cambio; sí, obvio que me teñí el pelo (uy, no me he referido a la música, esta mañana de sábado escucho el disco Treasure de los Cocteau Twins, dormí menos de cuatro horas y necesito escribir para poder retomar el sueño). Igual fui un poco pesada con los que me molestaban o decían algo; me las sacaba apuntando que las rubias nos divertimos más y nos reíamos todos de la situación, pero cuando ya vi algo de raíz, partí otra vez a la farmacia y volví, más o menos, a mis encantos naturales.
Lo positivo es que descubrí que si algún día quiero y puedo ser rubia (ja! Si llego a ser rostro de televisión, este tema da para un post enterito) no me veré mal. La última coloración tapó todas mis horribles canas (objetivo primordial que mi blonda cabellera no cumplió), además tiene unos reflejos medio morados que parece que me agradan y me han dicho que está lindo.
Me voy a dormir, por fin, me gustaría mucho que los que leen y son demasiado tímidos para dejar un comentario sepan que eso no es lo que me motiva a escribir, para mi es una imperiosa necesidad, pero sí es un feedback que me agrada mucho recibir, responder y siempre agradecer. Es sólo que mucha gente me lo dice en persona y no a través de Londres 36; saludos mil.

miércoles, 16 de abril de 2008

Me he pasado el día escuchando a la Mala Rodríguez (este blog le recomienda Toca Toca, me parece mucho que es la última y está de lo más guay). Más animada, más repuesta, pero aún nostálgica; con ganas de comer y fumar, pero comenzando a controlar los impulsos.
Estoy tan conciente de que no puedo perder el norte que no me puedo sentar a esperar, a veces me cuesta ser paciente, quiero todo rápido, todo ya. Estos lloriqueos ocasionales son sólo eso, tienen que serlo; tengo que concentrarme en no meter los pies en los charcos del camino y seguir avanzando, no me puedo quedar con el miedo a equivocarme.
Creo que pasé mucho tiempo encerrada esperando, conformada en una realidad inventada por mi; comodidad depresiva, egocentrismo extremista. Escribir, estudiar, disfrutar lo que hay hoy en mi vida y no pensar en lo que quizás no es lo que me corresponde.
Tengo mucho en qué pensar, me pregunto si valdrá la pena ser tan racional.

lunes, 14 de abril de 2008


Puso el índice y el pulgar para girar el eje de las dos hojas de acero de la puntiaguda tijera. Era delgada, pero firme y estaba muy fría. Introducido el filo en la última puntada cortó el remache de hilo negro, grueso y brillante. Cada día y uno a uno deshizo lo que unía los trozos de su propia carne enrojecida, ahora se mantenía junta sólo por abultadas costras, ásperas, oscuras.
La piel estaba amoratada bajo las vendas con que lo cubrieron. Dolía a pesar de los cuidados y medicamentos; continuaba la picazón, estaba agarrotado, unos cuantos espasmos involuntarios eran su único movimiento. Le refrescaban a diario con una esponja empapada de agua, le limpiaban las heridas y le abrían las cortinas para que viera las copas de los árboles, las aves y los aviones.
Su recuperación fue lenta, llena de recaídas y problemas de cicatrización. Nunca quedaría como antes, nunca volvería a ser el mismo. Por siempre llevaría consigo las marcas de ese sufrimiento, los cordones sobre su piel serían el recordatorio de su fragilidad y lo mantendrían atado al pasado indefinidamente.
Nunca lo habían herido de esa forma, todos se preguntaban cómo es que uno se quiebra entero y vive, sin ganas, pero vive; cómo es que a pesar de todo podemos regenerar nuestros cuerpos y seguir avanzando. Recuperarse, aliviarse, sanarse, fortalecerse; en última instancia madurar, ser capaz de prever.
Sólo sería un tullido más, estropeado y remendado, uno más en el montón, ese era su consuelo y a él se aferraba cuando imaginaba a otros como él; buscando no desintegrarse en trozos nuevamente, como desmigajado sobre el plato, desmembrado, dividido, desparramado; quería encontrar a otros como él.
Inconsciente, sedado todo el tiempo, no estaba en sí para darse cuenta de sus acciones o de cómo sus vicios y pasiones se descontrolaron tanto. Aunque la pesadumbre de las explicaciones que le obligaban a dar lo mantenían en guardia, ahora, que estaba solo, ya no sentía culpa, ni pudor de responder; aún así no pensaba hacerlo.

domingo, 13 de abril de 2008


Me he puesto extrañamente nostálgica estos días. Siento que he retrocedido un par de meses y que hay algo que aún me molesta, círculos abiertos, estados sin asumir. Quedarme quieta a la fuerza choca con mi plan de nueva vida para este año; año de la Rata (mi animal del Horóscopo Chino) y por lo tanto próspero de por sí en la pequeña cuota de esoterismo que llevo dentro.
Mi amigo C siempre se queja de que no me intereso en sus asuntos, que los desprecio como supersticiones baratas y en resumen, leseras. Yo también busco molestarlo un poco, pero por principio creo que ningún diario serio debiera llevar el horóscopo y a veces no puedo evitar ser pesada.
No me interesa realmente saber ‘cuál es mi color’ cuando ya estoy vestida o si hoy es el día en que conoceré a ‘alguien especial’ o más cosas que le sucederán a todos los Capricornio como yo. Ya es lo bastante terrible haber nacido en diciembre, a una semana de la Navidad, es decir, regalo vale por dos. Además, si lo celebro llega poca gente.
Es cierto que algunas veces le achuntan a tu sino y te dejan mudo con el resultado de la predicción, pero casi siempre son generalidades y en mayor medida coincidencias. Al final nos movemos por libre albedrío y es injusto atribuirle a lo sobrenatural las decisiones de cada uno.

lunes, 7 de abril de 2008


Cuesta ser expansivo al escribir cuando hay tanto que no se puede publicar. Me persiguen ideas de historias de ficción llenas de detalles verídicos, empíricos, íntimos. La transmisión de un sentimiento fresco, uno que aún duela para que surta efecto; una atmósfera, la brisa tibia de marzo, sobre el pasto, el sol colándose por las ramas, el murmullo lejano de los autos que pasan.

Ya he dicho que no me importa la prudencia en mis redacciones, no al anotar, sino en la intensión, ser sincera, directa, clara. Sin embargo, he sido discreta y moderada al trazar, me he autocensurado por no herir, me he guardado tanto. Supongo que está bien… por ahora.