The time is gone, the song is over...

lunes, 14 de abril de 2008


Puso el índice y el pulgar para girar el eje de las dos hojas de acero de la puntiaguda tijera. Era delgada, pero firme y estaba muy fría. Introducido el filo en la última puntada cortó el remache de hilo negro, grueso y brillante. Cada día y uno a uno deshizo lo que unía los trozos de su propia carne enrojecida, ahora se mantenía junta sólo por abultadas costras, ásperas, oscuras.
La piel estaba amoratada bajo las vendas con que lo cubrieron. Dolía a pesar de los cuidados y medicamentos; continuaba la picazón, estaba agarrotado, unos cuantos espasmos involuntarios eran su único movimiento. Le refrescaban a diario con una esponja empapada de agua, le limpiaban las heridas y le abrían las cortinas para que viera las copas de los árboles, las aves y los aviones.
Su recuperación fue lenta, llena de recaídas y problemas de cicatrización. Nunca quedaría como antes, nunca volvería a ser el mismo. Por siempre llevaría consigo las marcas de ese sufrimiento, los cordones sobre su piel serían el recordatorio de su fragilidad y lo mantendrían atado al pasado indefinidamente.
Nunca lo habían herido de esa forma, todos se preguntaban cómo es que uno se quiebra entero y vive, sin ganas, pero vive; cómo es que a pesar de todo podemos regenerar nuestros cuerpos y seguir avanzando. Recuperarse, aliviarse, sanarse, fortalecerse; en última instancia madurar, ser capaz de prever.
Sólo sería un tullido más, estropeado y remendado, uno más en el montón, ese era su consuelo y a él se aferraba cuando imaginaba a otros como él; buscando no desintegrarse en trozos nuevamente, como desmigajado sobre el plato, desmembrado, dividido, desparramado; quería encontrar a otros como él.
Inconsciente, sedado todo el tiempo, no estaba en sí para darse cuenta de sus acciones o de cómo sus vicios y pasiones se descontrolaron tanto. Aunque la pesadumbre de las explicaciones que le obligaban a dar lo mantenían en guardia, ahora, que estaba solo, ya no sentía culpa, ni pudor de responder; aún así no pensaba hacerlo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ouch, algunas heridas duelen demasiado y por mucho tiempo...pero tarde o temprano sanan, es cierto, quedamos medios lisiados, pero podemos seguir viviendo, el tiempo lo cura todo, no borra las cicatrices, pero las puede mitigar tanto k hasta puede k pasen desapercividas... la gracia esta en k nos ayudan a crecer!

te quiero

`S`