The time is gone, the song is over...

sábado, 29 de noviembre de 2008


Hace casi un mes que no escribo. Hace semanas que no he tenido tiempo para hacer esto, que es tan parte de mí, que evita que me vuelva etérea, que completa mis días silenciosos. Quizá por la necesidad catártica de teclear estas palabras es que he acumulado en mi mente el peso de los días; sin parar a descargar, no hay retorno, no hay hogar, no hay puerto si no lo dibujo yo en este espacio sólo mío.


Descansar, ese es el anhelo de estos días de carrera. Si el ejercicio intelectual sirviera para estar en forma, me pasearía pilucha por la playa este verano. Odio no poder disfrutar este sol maravilloso, sentarme a escribir en la terraza, beber unas cervecitas con amigos bajo la sombra de un árbol (amigos míos, no de las cervecitas).


Dicen que se acaba ya el año, para mí comienza el mes más bipolar, el más desagradable, el más nervioso; es una lástima que no pueda hacerle entender eso a mis seres queridos. Terminando el penúltimo año de Periodismo, casi grande, casi adulta, no quiero más juicios injustos, no quiero más recuerdos que se aparecen como fantasmas, tengo que volver a soñar con imposibles y probar que no lo son.


¿Acaso necesito que me hagan barra? No, sólo necesito creerle a alguien cuando me diga que todo va a estar bien. Pero ya no creo en nada, muchas veces ni siquiera en mí. Ya no confío. Cuando lo que siento bloquea mi mente me preocupa dejar de ser yo; cuando la racionalidad paraliza mis sentimientos, es cuando me pregunto si habrá límite a la decepción.

No hay comentarios: