Nunca en la vida había sido tan rubia. Desde que salí del colegio y cambié mi look de pelo hasta la cintura, castaño, sano, bonito, por los colores y los cortes radicales, no he parado de innovar; lo tuve corto, con mechas multicolores, despeinado y recortado, finalmente lo pinte de negro azabache y me aburrí. A pesar de lo bien que resistió todos los químicos, necesitaba ver ‘mi’ pelo; además, siempre había soñado con tocar mi cuero cabelludo.
Me lo corté al cero, quedé pelada como un melón y yo feliz. Soy conciente de que me veo mucho mejor con pelo, eso no está en discusión. Sin embargo, a la única persona que me importaba en esos tiempos le gustó, así que a los demás no los pesqué realmente.
Como era verano estaba buscando pega; jamás en mi vida había sido tan discriminada (una vergüenza que la gente se preocupe por ese tipo de banalidades, que te importen mejor mis modales, mis valores y que me bañe; mi pelo y mis piercings son de las cosas que más me agradan de mi cuerpo, son mis adornos); al final encontré trabajo como guía de turismo, claro que renuncié a las dos semanas porque nos explotaban y nos pagaban una miseria (Andina del Sud; diez horas diarias, a más de una hora de Puerto Varas y los turistas casi no daban propina; igual lo pasé bien, es entretenido ser guía y el Lago Todos los Santos es hermoso).
Retomando. Mi cabellera castaña oscura, muy oscura y brillante, creció y creció durante estos últimos dos años y por supuesto, he ido unas pocas veces a la peluquería para que le den forma, pero en general ha crecido libremente. Lo tengo ya bajo los hombros, raya al lado por ahora y siempre abundante y ondulado. Lo malo es que en cosa de un año me salieron muchas canas y ya no quería estar sacándomelas a cada rato, me molestan mucho, soy muy chica para tener; así que un día me decidí y junto a B pasamos por la farmacia a comprar algo que las hiciera desaparecer.
Comparando unos mechones míos con los colores del costado de la caja encontramos una en que éramos iguales; ese viernes en la noche me puse el producto y tamaña sería mi sorpresa, cuando al sacarme la toalla y verme en el espejo me diera cuenta de que me había bajado el color en varios tonos y tenía el pelo tan claro como mi hermana J.
No me veía mal, de hecho me lo dejé por casi dos semanas, hasta que me aburrí de que todos preguntaran sobre mi evidente cambio; sí, obvio que me teñí el pelo (uy, no me he referido a la música, esta mañana de sábado escucho el disco Treasure de los Cocteau Twins, dormí menos de cuatro horas y necesito escribir para poder retomar el sueño). Igual fui un poco pesada con los que me molestaban o decían algo; me las sacaba apuntando que las rubias nos divertimos más y nos reíamos todos de la situación, pero cuando ya vi algo de raíz, partí otra vez a la farmacia y volví, más o menos, a mis encantos naturales.
Lo positivo es que descubrí que si algún día quiero y puedo ser rubia (ja! Si llego a ser rostro de televisión, este tema da para un post enterito) no me veré mal. La última coloración tapó todas mis horribles canas (objetivo primordial que mi blonda cabellera no cumplió), además tiene unos reflejos medio morados que parece que me agradan y me han dicho que está lindo.
Me voy a dormir, por fin, me gustaría mucho que los que leen y son demasiado tímidos para dejar un comentario sepan que eso no es lo que me motiva a escribir, para mi es una imperiosa necesidad, pero sí es un feedback que me agrada mucho recibir, responder y siempre agradecer. Es sólo que mucha gente me lo dice en persona y no a través de Londres 36; saludos mil.